54 PLDRO ECHAGUE
Hay sin embargo veces que a ese viaje de tan penosa marcha, otro se agrega, si a solas se atraviesa aquel paraje
que como para el mundo nos segrega.
La marcha en estas pampas dilatadas, yermas, calladas, anchas y ondulosas, del riego celestial siempre privadas, (1) como el fondo del mar siempre arenosas.
Donde el sol como en Libia atroz abrasa cuando su lumbre en derredor otea,
y en toda la extensión, de noche traza la escarcha espejos que de suyo crea.
Donde nunca jamás pájaro alguno si extraviado pasó detuvo el vuelo, donde guarida o tránsito oportuno
reptil ni fiera procuró en su suelo:
Donde la única luz que turba a veces la inmensa oscur dad, es el rojizo relámpago veloz que en cien dobieces colorando las sombras se deshizo.
¡Pobre viandante! Ahí en el desierto
si aun pisas el mundo, para el mundo excluído esas horas está, mas no a cubierto
de errar la senda y perecer perdido.
En tardos pasos que apurar no debsz
así evitando que su bruto falte,
sigue la marcha atento a lo más leve
(2) que en su terca aprensión teme le asalte.
'Sus negros, densos, impalpables tules la fría noche a recoger empieza,
y allá por el oriente orlas azules
del día anuncian la sin par grandeza:
La aurora reina. Puras, presurosas, las auras matinales juguetean;
y en lugar de las tinieblas vaporosas en toda la extensión libres campean.
(3) Del viajero al oído lentamente empieza a murmurar un sordo ruido tenaz, distante, regular, creciente y armonioso a la vez que indefinido.
(1) Alsunas.
(2) Hállanse en abundancia en los desiertos de uno y otro Perú osamentas de asnos, llamas, caballos y aun animales vacunos, que per- didos en los arreos de la noche, o apurados por la sed y el cansancio, mueren de pie, enclavados a los médanos o recostados a. los peñascos interpolados entre aquellos,
(3) En las arrias que dirigen los indios a ple, los burros de que aquéllas se componen traen ordinariamente, colgados al pescuezo, va- vios cencerros de distinto tamaño y sonido, que producen resonancias caprichosas. -