MEMORIAS Y TRADICIONES 159
manecía frío y sin expresión, mientras que sus ojos se mostra- ban como enturbiados por el matiz amarillento de la ictericia.
lA] término del segundo año de reclusión, advirtiendo la señora Sánchez el desmejoramiento de Martina, fué asaltada por fundados escrúpulos. Ella nada había hecho, en definitiva para redimir de verdad a su pupila. Se había contentado con ense- ñarle a rezar y darle uno que otro trapo usado, pero se había negado a enseñarle a leer. (Así pues, se decidió a restituirie la. libertad, si la interesada se la pedía, Una mañana la llamó y la dijo: Ñ
—Tiempo hace ya a que vengo reparando la tristeza que te domina, y la flacura que te consume. 'Como no quiero ser yo causa de mayor mal estoy dispuesta a complacerte, si lo que tu necesitas es independencia. ¿Qué es lo que ansías? ¿En qué puedo servirte?
—-Creo, señora, que necesito aire y libertad... Pero no tengo recursos para irme.
—«¿Los recursos a que te refieres, serian un caballo, una montura y un traje de gaucho?
La cara de Martina se iluminó.
—AAsí es, señora—contestó.
— ¡Al fin te veo alegre, Martina! ¿Qué más te hace falta?
—Un lazo, una larga daga, unas boleadoras y unas espuelas.
—¿Y a dónde irás?
—31A los campos. Allí me convertiré en protectora del via- jero extraviado cansado o sediento... haré todo lo contrario de lo que hacen los salteadores, y seré su peor enemigo.
—«¿Por dónde piensas empezar tu campaña?
—Por la tierra en que mací. Tengo hambre de ver el suelo donde me alumbró por primera vez el-*sol, y sed del agua que corría junto al rancho de mis padres: tengo en fin, necesidad de recordar muchas cosas vagando sobre aquellas arenas.
—Está bien Martina; yo te proporcionaré cuánto necesitas.
Y efectivamente, así lo hizo la señora Sánchez. Poco des- pués, Martina Chapanay emprendía nuevamente el camino de los campos. .Así la muy cristiana y buena señora doña Clara Sán- chez, que no se había decidido a enseñarle a su protejida las primeras letras, se resolvía sin vacilaciones a armarla gaucha aventurera.... Aberraciones son estas, propias de nuestra humana condición.
¡Con las alforjas repletas, y montada en un arrogante caballo obscuro, la Chapanay fué, antes de alejarse de la ciudad, a pre- sentarse a la policía y declararle sus buenos propósitos. El Intendente reflexionó que aquella valiente mujer podría servir en adelante, si obraba de buena fe, como vigía y auxiliar de la autoridad en los campos. Le devolvió, pues, e] trabuco y el facón que le habían pertenecido, y la despidió con recomenda- ciones y consejos para que cumpliera honradamente sus pro- mesas.
¡Ciertas dulzuras, como ciertos dolores, no pueden definirse; embargan nuestra alma inundándola de una emoción serena y bonda, que no se irradia hacia la vida externa, sino con débiles destellos. A este género pertenecía la que experimentaba ahora Martina Chapanay, al sentirse libre de nuevo en el vasto campo, cuyds penetrantes emanaciones ,aspiraba Vleleitosamentqg. La margarita silvestre que salpicaba las arenosas pampas y el espi- noso cardo que se multiplica en ellas como en una tierra fórtil,.