144 PEDEO ECHAGUE
Así se hizo con el auxilio de cinco gendarmes y quedó al descubierto una caverna natural, resguardada por un cornisón de rocas, en cuyo interior se hallaban amontonados log mas di- versos y revueltos efectos. Aquella era la cueva de Ali-Babá de las travesías...
Una verdadera colección de baúles y petacas repletas de ro- pas, armas, joyas, lazos, aperos y cuanta prenda de uso es po- sible imaginar, fué sacada de la caverna por los soldados y car- gada en animales traídos al objeto.
Hallábanse todos ocupados en esta operación, cuando el baqueano que había trabajado con ahinco, para ganarse la bene- volencia del gobernador, se acercó a éste y le dijo:
—«¿Su excelencia sabe a quién perteneció en otro tiempo esta cueva?
14' la vez curioso y sorprendido por la pregunta, el coronel Quiroga respondió:
—No: ¿a quién perteneció?
—A1 gigante de Pata de Palo.
—-¿Al gigante de Pata de Palo?
—Si señor.
—.¿Quién era, y adónde está ahora ese gigante?
—_Dicen que era e” dueño de esta sierra. Los indios que habitaban los campos ve:i0s, lo reconocían como el señor de toda la comarca y le pagaban tributos.
—¿Y por qué le llamaban Pata de Palo?
—Porque dicen que en un combate con otro gigante, que también quería mandar por aquí, perdió una pierna, aunque que- dó triunfante. El se hizo entonces otra pierna 'con un tronco de “algarrobo, y la usaba como arma, volteando cinco hombres de cada golpe... (1).
El gobernador sonrió, divertido con aquella conseja que no dejaba de tener su parentesco con la de Hércules y su clava.
La imaginación de las gentes sencillas se complace en todas partes en crear estas leyendas que no carecen de poesía en ciertas ocasiones, y en las cuales se manifiesta su iqnuietud y su respecto por lo sobrenatural.
Triunfante y satisfecho de su batida regresó el gobernador Quiroga a San Juan, con su cargamento de efectos rescatados, que se proponía restituir a sus dueños. Durante el camino, se entretuvo más de una vez en hacer hablar al baqueano sobre la vida, las costumbres y los propósitos de los bandoleros. Así supo que los que se hallaban bajo las órdenes de Cuero, comen- zaban a cansarse ya de su violencia sanguinaria, y tenían la intención de dejarlo, para irse, reconociendo como jefe a otro ladrón recién incorporado a la banda. De éste hablaba mara- villas el bagueano. Según él se trataba de un hombre de mucha ““cencia” a quien llamaban “el doctor”.
¿Quién podía ser este doctor?
Vamos a explicárselo al lector haciendo una digresión.
Entre las familias con las cuales el general San Martín man- tuvo alguna intimidad en los días en que su genio laborioso pre-
(1) Es de observarse que hasta, hace poco, las gentes de las inme- diaciones le llamaban, efecto, “Pata de Palo” al cerro que se denomina hoy Pie de Palo.