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considerado un gran macho,
se hallaba jugando al cacho
con una linda chiquilla.
Principió a hacerle cosquillas
como en su primer encuentro,
y algo le puso en el centro
con un calor sobrehumano,
y ella entonces, cacho en mano,
le dijo: vamos p'a entro.


El soñar no cuesta nada

Soñaba con cien amores,
niña de gran candidez,
hasta que cayó una vez
en manos de diez traidores.
De aquellos secuestradores
ya no se pudo escapar,
y dijo ésto al despertar
con el alma destrozada:
el soñar no cuesta nada,
lo que cuesta es no apretar.


Con las manos en la masa

Contaba una campesina
que mientras ella amasaba
su novio la manoseaba,
cuando llegó su madrina.
Y preguntó una vecina:
—¿Con las manos en la harina
lo pillaron al carajo
y tú no pusiste atajo?
Y le contestó la huasa:
no las tenía en la masa,
las tenía más p'a abajo.


En la puerta del horno...

Relataba una huasita
que al horno le echaba el pan
cuando llegó su galán
y le hizo una dulce cita.
Y le preguntó la Rita:
—¿Y el pan se llegó a quemar?
—Ni siquiera a retostar;
el pan salió más mejor,
pero me ocurrió algo peor
que no me atrevo a contar.


No era vaquiana

Y contaba otra huasita:
—Yo ni a los cerros salía,
pero un gran amor tenía
y un ansia muy infinita.
Un día él me hizo una cita
y cosas lindas me habló
hasta que me enloqueció;
y con chicha y empaná
me llevó p'a la quebrá
¡y hay que ver lo que pasó!