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ganado, no deben desestimarse el pial argentino y la reata mejicana. Heredados de la confederación araucana los modelos chilenos usan el cuero de buey sin curtir, pero sobado a mano, y van dispuestos en una compacta unidad o en múltiples tiras trenzadas. En su longitud de diez metros son bien reconocibles el sector de la "lazada" y el del "pegual". Los artesanos de Curicó, Pelarco, Talca, Parral y Chillan se han acreditado siempre como los preferidos artífices del tableado, torcido y trenzado.

Las férreas argollas de esta lazada, la que adhiere la penca a la rienda, se prestan mucho para incrustaciones de metales finos.

El vasto surtido de los "capachos" (tapaderas, guardamontes), las "arguenas" (árganas) y petacas dependen de la industria del cuero que como materia prima puede usarse cruda o sobada. Esta última preparación la requieren las lonjas para las "maneas" (maneadores), los bozales, las cinchas, los correones, las estriberas, los cinchones, etc. Como modelos especiales sobresalen la utílisima "penca", pesada y corta fusta convertida en una doble lámina de cuero, y el "rebenque" de simplísima factura. Un verdadero y legitimo refinamiento en el uso de este material lo marcan los trenzados a base de finas hebras de cuero. Sus labores pasan de la centena y su aplicación se generaliza a los más opuestos detalles del apero. Con el mismo afán suntuorio que se elaboran y fraccionan los cueros se prodigan las piezas, aplicaciones, argollas y chapas de plata que contribuyen a dar mayor ostentación al aspecto general del aparejo y procuran al guaso el mote de "bien chapeado". La naturaleza chilena provee materiales desusados y por ello en la confección del arreo se ven los lazos de crin, de cuero de lobo y de cuero de guanaco (Las Condes); las