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tanto en trance de compras como para sus deberes religiosos. Importados de China profusamente recamados ("espumilla bordada"), alternaban con los modelos "hechizos" en telas transparentes; y con ellos se cubrían las tres cuartas partes de la estatura, comprendiendo la cabeza, para anudarse entre el cuello y el hombro y en estilo de toga. El prendido, el plegado y la original disposición para lucir parte del cabello, agregaban a este indumento una libertad de expresión inconcebible, dentro del "uniforme" que él integraba.

Entre las escasas innovaciones - ya desaparecidas - atribuibles a la mujer chilena deben recordarse tres peinados especiales: el "chape", la "moña" y el "morcillón". Persiste aún el primero en las criaturas como la simple trenza de los araucanos; imponía el segundouna compostura determinada del cabello que se sujetaba y prendía con horquillas; y, el tercero lo pronunciaba el arreglo especial impuesto por un postizo de forma prolongada abultando la parte delantera. Fué, sin duda, el monto un promotor decidido de estas reformas.

No son menos dignos de mencionarse dos detalles típicos en el tocado, aunque circunscritos a las clases humildes. Con el nombre de "cintillo" se conoce en Chile y la Argentina una angosta cinta de color para sujetarse el cabello - colocada casi verticalmente - y guarnecida muchas veces de un nudo en lo alto, recordando el "trerilonco" de las araucanas. Es también característico el uso de la "peinilla" o peineta convexa en determinada colocación.

Ni las actuales horteras de La Serena, trayendo de mañana los frutos del valle, a lomo de borrico y sentadas al lado sobre sus simples monturas flanqueadas de minúsculas árguenas; ni las "marisqueras" y "remeras" del extremo sur han logrado establecer figurines dignos de destacarse; como tampoco las "promesantes" de las peregrinaciones de Tarapacá y Antofagasta con sus disfraces extranjeros.

Refiriéndose nuevamente a los elementos masculinos, solamente podrían achacárseles algunas relativas distinciones. El clima opresor de la zona desértica en que abundan las labores nitreras (yacimientos de salitre, yodo y guano) descarta las complicaciones del vestir. Ahí los indumentos se improvisaron o se simplificaron hasta fijar el frecuente figurín del obrero cubierto con polainas hasta las ingles, cubriendo un elemental calzón y llevando el tórax desnudo; y, no menos complementarias prendas distinguen a los "barreteros", "cargadores", "ripiadores" y también a los "enganchadores" y "enganchados". Es en ese medio ambiente donde im