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y el sombrero flexible y caído. Bien avanzado nuestro siglo aún se acorta más la manta guasa hasta quedar reducida al "chamanto", mas bien concebible como un adorno al llevarlo plegado sobre el hombro.

En la contribución del otro sexo no se advierten iniciativas para caracterizar a la "china" y su vestuario, con o sin tranzas, pañuelo al cuello y falda algo plegada se pronuncia ningún distintivo. Sin embargo, en nuestro suelo, una excepción convoca a los reducidos moradores del Archipiélago sureño, asignándole a la mujer "chilota" una estampa exclusiva de cierta severidad. Pañuelo multicolor ("cambray") como tocado, negro pañolón de lana ajustado al cuello por un broche y sin mayores peculiaridades en el resto de la indumentaria. Su silueta se singulariza aún más montada a horcajadas en su habitual afición ecuestre: cubre y disimula con otro paño negro sus piernas colgantes, integrando la única estampa femenina típica de Chile, y excluyendo categoricamente el disfraz bien singular de la araucana.

En la histórica reviviscencia puede evocarse un tipo femenino "fin de siglo", el cual condensa una silueta absolutamente original en la "conductora" o cobradora de los tranvía de Santiago, Valparaíso y Concepción. En la última década de la centuria no era su indumento propiamente de calle sino de casa, en virtud de la holgura de su falda como de su casaca; pero, se cubría con un pajizo sombrero (de serie) parecido al "canotier". Aunque usaba las alas algo recurvadas uniformaba la línea general con una visible numeración en esta prenda. Después de 1900 se la veía ataviada con una reciedumbre que recordaba a la miliciana o a la carcelera: su canotier se hacía rígido (en hule negro) y de clásica forma soportando una gran chapa numeral y un pincho que atravesaba el moño. Estampas y dibujos la han inmortalizado; no así otra concepción popular que en la calle uniformaba a las mujeres del servicio doméstico con las obreras y las horteras; las alhajaba con un tipo único de pendientes de oro (un colgante y doble semicírculo tronchado, de barritas aplanadas), un peinado de trenzas sin adornos o tocado, parches medicinales adheridos a las sienes, una ampulosa falda y un abultado pañolón negro de lana, impropiamente llamado "pañuelo de rebozo".

Rehabilitaciones ocasionales exige una indumentaria chilena que puede equipararse a la silueta de la "tapada" limeña y con una imposición que también hizo época hasta 1920: el uso de manto negro para toda la población femenina