piezas de esta cerámica eran obsequiadas a ilustres visitantes, como autoridades civiles y eclesiásticas, pero se las regalaba también con motivo de los patronos, de ser día de la abadesa, etc., a capellanes, síndicos, predicadores, benefactores, amigos y parientes y a otras comunidades religiosas. Se confeccionaban figuras especiales para adornar los altares y el pesebre de Navidad.
A este respecto es interesante lo que escribe el autor alemán Paul Treutler, quien estuvo en Santiago en 1860. En su descripción de la ciudad de Santiago menciona "un gran monasterio de mujeres con iglesia, consagrado a Santa Clara, en que sobre todo las mujeres de las primeras familias llevaban la vida en el severo aislamiento del tranquilo claustro. Sólo recientemente habían sido renovados el monasterio y la iglesia, siendo ornamentados ricamente y con buen gusto. Como era costumbre que los forasteros hicieran una ofrenda, entré a la capilla y coloqué una moneda de oro sobre el torno. Recibí en recompensa una buena cantidad de primorosos trabajos que las monjas confeccionan como recuerdos, entre ellos también un amuleto". Sin duda, estos trabajos consistían en cerámica.
El