También ella se quedó dormida a orillas de un río, donde la encontró un rico, que le preguntó lo que deseaba, y se la llevó a su casa para que tejiera mantas. Cuando reclamó el pago, le dió a elegir, como a su hermana, entre las riendas de plata y un lazo. Y también ella prefirió las riendas. Las vendió y adquirió ropa para el padre y para ella. En los dos casos, la hermana menor no había recibido nada.
El padre estaba muy satisfecho con lo realizado por sus dos hijas, pero castigaba a la menor porque no aportaba nada a la familia.
De este modo, ella se vió obligada a seguir el ejemplo de las dos hermanas mayores.
No se fué hacia el río, sino que se dirigió al monto, donde encontró a una india vieja que cargaba una gran carga de leña sobe sus hombros. Le ayudo, y se fué con ella a su ruca. Tratábase de una machi, con la que vivió algún tiempo, ayudándola en sus trabajos. En seguida quizo ver otra vez a su padre y hermanas. La machi le