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único vivo eran los ojos, que giraban y miraban con inquietud en todas direcciones". Todos huyeron despavoridos, también el novio. Pero antes de hacerlo pudieron observar, como en el otro relato, que la mano de Pülü, con la que se cubrió hipócritamente el rostro, era también una calavera: se había olvidado de frotarla en el pasto bañado de rocío.

También en este relato el cacique encuentra el resto del ungüento, que presenta en consulta "al más grande y verdadero machi de su raza", quién le manifiesta que para que Shushu volviera a ser lo que había sido antes, era preciso que reuniera todos los huesos que la calcu había esparcido a los cuatro vientos.

Como se vé, tal como se objetó al relato anterior, en éste no se comete el error de confundir las funciones de un calcu y de un machi, ni se dirige este último a otro para consultarle lo que correspondía hacer.

Se justifica en éste relato la intervención de los animales, pues el machi dice a Lepal que Shushu quizás podrá contar con la ayuda de ellos, porque siempre ha sido buena para con los mismos.