lo hicieron. La montaña se voló ante el estruendo del estallido, y las piedras llenaron el barranco. Tan grande fué el ruido, que los indios de los valles que escucharon los truenos en la montaña, se escondieron de miedo.
El indiecito se presentó ante el Cherruve y le anunció que había cumplido su cometido. Lo condujo a la montaña para que se enterara de ello.
Tuvo que reconocer el padre de la linda que el trabajo del indiecito había sido magnífico. Pero cuando éste le insistió que le entregara a su hija, el Cherruve le pidió que le contestara primero algunas adivinanzas que le formularía.
- Hable no más, -le expresó el indiecito, mirando a la linda hija que estaba detrás del padre.
El Cherruve le presentó entónces la primera adivinanza:
- Nos alumbra y nos aciega al mismo tiempo.
El indiecito bajó la cabeza como si pensara, pero en realidad miró hacia la hermosa hija, de soslayo, y ésta señaló hacia el sol.
- Ese es el sol -contestó finalmente-: nos alumbra,