fué necesario cruzar un rio profundo. El brujo, pasando la mano por la espalda propia y la del amigo, los transformó en terneros, pero que conservaron su cabeza humana: así pudieron nadar a través de la corriente. Al otro lado, con igual manipulación, los transformó otra vez en hombres. Presidía la fiesta un gran macho cabrío, a quien se rindió homenaje al entrar. El invitado encontró en Salamanca a muchos amigos, varios de ellos ya muertos, ignorando él que fuesen brujos. La orgía se prolongó hasta el alba.
Otro lego informó haber sido llevado a Salamanca por un amigo brujo, transformado en Chonchón. Se encontró con un antiguo deudor suyo, muerto hace años, quien le molió las costillas en desquite de lo mucho que lo había importunado en vida. Pero le pagó la deuda en brillantes y sonantes monedas de oro, que se apresuró a guardar, sin hacer caso de las irónicas sonrisas de los presentes: cayo de inmediato en un profundo sueño y despertó en un bosquecillo: el tesoro había desaparecido de sus bolsillos, transformándose en estiércol endurecido. Esto fué relatado a Vicuña en Buin.