su única pierna. Tuvo que reirse el indiecito cuando toda la tripulación comenzó a hacer lo mismo. Sin ser visto, recorrió todo el buque y vió a mucha gente encerrada en una jaula, la que era consumida por la tripulación.
Vió también a mujeres con colas de peces, que bailaban y cantaban alrededor del buque. Pudo observar todo eso sin ser visto por nadie, a pesar de que se le buscaba.
Pronto, toda la tripulación, con el capitán a la cabeza, cenaron, bebiendo sangre fermentada, que provenía de las víctimas que mataban. En seguida se quedaron dormidos.
El indiecito tomó entónces un hacha pesada y grande y cortó la cabeza a todos. Pero no salía sangre de sus cuerpos, sino agua negra y de mal olor. Cuando todos estaban muertos, abrió la jaula y puso en libertad a los detenidos. Entre ellos estaba el cacique, padre de la indiecita bonita.
Recogieron luego todo el dinero y otros tesoros que había a bordo.
Para regresar a tierra, cortaron los palos del buque y