de un Sacristán, sin el acuerdo del Cabildo. Dos Canónigos de la Catedral protestaron por esta medida y fueron suspendidos de sus cargos.
Apelaron los Canónigos ante la autoridad eclesiástica correspondiente y el recurso les fué concedido en el solo efecto devolutivo, o sea, sin suspender los efectos de la resolución apelada. Entablaron entonces recurso de fuerza ante la Corte Suprema de Justicia, tribunal al cual correspondía conocer de esta materia en atención al régimen de patronato que existía en las relaciones entre la Iglesia y el Estado y que hasta entonces siempre había sido respetado. El Arzobispo Valdivieso no aceptó la jurisdicción de la Corte Suprema y ésta lo conminó con la pena de destierro. Tal conflicto produjo en la sociedad de entonces un considerable revuelo; pero pronto fué solucionado, desistiéndose los Canónigos del recurso.
El conflicto del sacristán fué la culminación de los incidentes religiosos; y, aunque de pequeña monta en sí mismo, trajo trascendentales consecuencias de carácter político.
Hubo un grupo considerable de conservadores (pelucones), adictos al Arzobispo, que no consideró aceptable continuar en el Gobierno y que estimó que era necesaria la existencia de un Partido Político que amparara a la Iglesia. Este grupo abandonó, pues, el Gobierno y formó el nuevo Partido Conservador.
A su vez, los Pelucones que se mantuvieron al lado del Presidente Montt, se constituyeron en el Partido Nacional. Así, el antiguo grupo Pelucón llegó a su término y dió origen a dos nuevos Partidos.
El contenido doctrinario del nuevo Partido Conservador se desprende en forma nítida de su origen y desenvolvimiento históricos sin necesidad de que haya existido ningún programa escrito. Muchos de sus rasgos han acompañado al Partido hasta hoy, con su misma pureza primitiva, aun cuando otros han debido adaptarse a las modalidades y problemas de cada época.
En primer lugar, cabe advertir el carácter religioso del nuevo Partido. Desde este momento, el Partido Conservador se consideró ligado a la Iglesia Católica y se erigió en su más decidido defensor, especialmente en las épocas en que se trató de la laicización de las instituciones y de la separación de la iglesia y el Estado. Se advierte