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mujer amortajada que invitaba a bailar a los que utilizaban un paso en el cerro.

Pero hay algunos, los más cuantiosos, que sólo están destinados para ciertas personas, lo que no significa que éstas los hallen siempre, sea por desinterés, por falta de valor, por torpeza, o por exceso de precipitación en el logro de la empresa. Agreguemos que este segundo tipo de entierros están a cargo de un cuidador, que puede ser un brujo o el alma errante de quien fuera dueño de esas riquezas, o de quien las enterrara. Dicho cuidador debe orientarse únicamente al elegido para gozar del tesoro a su cargo, alejándolo de los intrusos que pretendiesen apoderarse de él, lo que los entendidos llaman técnicamente correrse el entierro, y si cede a la tentación de facilitar su búsqueda a quien no ha sido conferida la suerte, sufrirá tremendos castigos sin tener éxito en sus desviados propósitos.

Difundida esta creencia a lo largo de todo el país, y aceptada por no poca gente, en su mayor parte de zonas rurales, tiene su origen histórico en la costumbre de guardar dinero y objetos valiosos en escondites subterráneos, practicada por españoles y criollos a falta de otros recursos o debido a la desconfianza, unida al placer de mirar cuando se quisiera los metálicos bienes. La