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del pueblo"—lo llamaban—que había arrebatado en una lucha eleccionaria de atmósfera recargada de odiosidades de "clase" la Presidencia de la República a la otra "clase". "Hombre del pueblo", que poseía dos títulos universitarios; había sido alumno de la Sorbona y que, aún antes de ser elevado a la Primera Magistratura, mantenía correspondencia personal con notables figuras de la política y pensamiento europeos. "Hombre del pueblo", que había dirigido por más de dos veces, con tino e intelegencia al Partido Radical, integrado, en su mayoría, por profesionales y en el que se agrupaba, a la sazón, lo más conspicuo del elemento universitario de Chile; y ocupado las más elevadas funciones ministeriales, en los gobiernos de Don Juan Luis Sanfuentes y Don Arturo Alessandri Palma, y miembro en ambas ramas del Poder Legislativo; ocupó sitio destacado en la Orden Masónica; desempeñó cargos en organismos de la docencia secundaria y universitaria; primer Décano de la Facultad de Economía y Comercio de la Universidad de Chile; en organismos gremiales del profesorado, Sociedad nacional de Profesores; autor de iniciativas de ley, como la de Instrucción Primaria Obligatoria, el Código del Trabajo y el Estatuto Administrativo y de la mayor parte de la Legislación chilena con anterioridad a su ascensión al Poder en 1938.

El Señor Aguirre Cerda era, además, por temperamento y por convicciones, la acción. Lo dominaba una fiebre de actividad que no siempre se reflejaba en su exterioridad reposada y tranquila.

Actividad física y actividad intelectual. De niño, estudia; de joven, estudia, lee, investiga. Acumula títulos profesionales. La necesidad de saber no se colma al trasponer los umbrales de la Universidad. Permanece viva en todos los instantes, en todas las circunstancias. No era un orador ni un tribuno. Era, más bien, un razonador frío y meditado; en sus exposiciones en el Congreso o en la Tribuna callejera, era brillante, sin alardes ni demagogias. Era un expositor castizo.

Durante la época en que Don Pedro Aguirre se aproxima a la madurez, viaja para aprender, para observar y comparar. No pierde jamás el rastro de los acontecimientos humanos, políticos y sociales que tienen lugar en el Viejo