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Pocuro, lugar en que vé la luz el que, andando el tiempo, sería Presidente de Chile, es un pueblecito perdido en las vecindades de la Cordillera de los Andes. Allí transcurrieron los primeros años del niño. Para asistir a la escuela, debía recorrer una larga distancia a pié. Esa dificultad no lo arredraba, tampoco se detenía por el frío o por el calor. Cuentan sus biógrafos que los progenitores de Don Pedro Aguirre a costa de quien sabe que sacrificios le compraron un par de zapatos para que se presentara decorosamente en las aulas, y él, para no estropearlos, para que le duraran más y para corresponder al esfuerzo de sus padres, se los quitaba al salir de casa, recorría descalzo el camino que lo llevaba a la escuela y se los ponía poco antes de llegar a su clase.

Su esposa es Doña Juana Aguirre Luco, hija del Doctor José Joaquín Aguirre ex Rector de la Universidad de Chile. El matrimonio Aguirre Cerda, no deja descendencia.

Don Pedro Aguirre Cerda, ejerce el magisterio y forma varias generaciones de alumnos, la enseñanza es el fundamento de su acción espiritual. Añade a su título de profesor, el de abogado. No se anquilosaba en un profesionalismo rutinario, había asimilado los conceptos de sus maestros y de una nutrida lectura de libros escogidos. De acuerdo con ellos, buscaba las fuentes en las que podía, beber, de continuo, conocimientos, acercándose más y más, a los diversos planos de la cultura. Paralelamente a sus investigaciones culturales, iba asimilando las lecciones de la experiencia y, como a toda inteligencia superior, sus estudios y sus lecturas le ayudaban a conocer y a interpretar mejor la vida.

Sus enemigos presentaban como defecto, justamente aquellos rasgos, que para la historia constituirán lo más valioso y admirable en la personalidad del Señor Aguirre Cerda; los factores negativos que dominó para merecer las más altas investiduras. Escarnecían a Don Pedro Aguirre porque lo encontraban feo—y lo era—enteco de cuerpo, por su tez morena y esmirrada figura. De vestir modesto, de ademanes gratos y revestido de una simpatía humana sobresaliente, que el pueblo, al cual pertenecía, justipreció con anchura. "Hombre