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se STELLA bién ella reaccionar, y se irguió resuelta. Su instrucción, la contínua labor de sa adoles- cencia, no habían tenido otro fin que prepa- rar este momento. Respondería 4 las previ- siones de quien habría de «er siempre su El



Iosensibilizada para todo lo que no fuera su conmoción interior, y sin ningún temor ya por las nuevas impresiones queiba 4 recoger. esperó la hora de eutrar en la familia de su madre, bajo una sensación de absoluta indi- ferencia.

No fué indiferencia lo que encontró; se le manifestaba, momentos Jespués, tanta afec» tuosidad que creía no estar despierta. Cuan- do hubo recibido los abrazos de sus primos, reunidos en el hall para conocerla, su cora- zón se desentumeció. Se le hacían mil pre- guutas, se la rodeaba, se le demostraba un interés caluroso y cordial; su misma tía, des- enredándose de sus aires de condescendencia, conseguía parecer afable,

No tué menor la sorpresa de los otros; en lagar de la mujer tiesa, brusca y reservada que imaginaban, conocieron á Alejandra.

Faltaba Stella, la enterma, la niña inválida Ginutilizada, de quien dijera el padre: «Quién que no tuera de su propia sangre consentiría en cobijarla?»

Pueron todos á ella por atención y miseri- cordía. [ban 4 ese tragmento de vida, que concebían como un pequeño sér raquítico y