5 STELLA que arrastran lejos muchas veces. .. La be- lleza de la jóven, que ponía una nota bri- llante de arte decorativo, en las flestas tan mentadas de su casa, compensaban, para la orgullosa misia Carmen, la falta de fortuva.
Carmencita, la segunda, á la que una ma- ternidad copiosa como la de la madre había deformado, conservaba su cara bonita insig- vificante, De inteligencia nula, exenta de to- da coquetería,—lo que es delito ój6s virtud según su clase y sus fines, —de cafitcter apá- tico, no la animaban sino las enfermedades de sus hijos, y los celos que despertaba en élla su marido, Alberto de la Riega, con quien se había casado por amor, muy jovencita. Era el tipo genuino de la mujer cargante, cuyo cariño abruma más que el odio, y dela madre tierna, débil y vulgar. Su marido, mu- chacho lindo, elegante, nada tonto, espiritual, de buen carácter y genio alegre, vicioso y cínico, con calor en el corazón y rasgos caba" llerescos, casado por la posición y la fortuna, tratábala bien en la forma sin importársele de ella, Quería á sus hijos casi sio conocerlos, y al «viejo» comprometiéndolo en garantías y deudas de juego; bromeaba continuamen- te con su suegra y sus cuñadas, llevábase bien con sus cuñados; conservaba toda su libertad, vivía en el elub, provocaba los celos desu mujer con aventuras ruidosas que le llegaban de cuando en cuando,
Enrique, un buen mozo enamorado de su