STELLA eS
las -uadres la acariciaban con los ojos húme- dos! Había en ella tal poder de seducción, algo tan inexplicable, que nadie pasó nunca por su lado, mi la duquesa ni cl pescador, que no volviese la cabeza para mirarla otra vez
Bien veía ella, que era diferente de los otros miños; que no era solamente ina enferma, que era una excepción; bien sentía en todas las caricias una compasión. Pero tenía el instinto dela discreción, del fino tacto; punca preguntó lo que no debía saber, algo le decía que debía siempre ignorarlo,
Xo pudiendo caminar, sus ojos recorrían las grandes distancias. Todo tenía interés para ella; sus pupilas parecian siempre dila- tadas como para abarcar más en menos tiem- po; el menos tiempo de su corta vida, Pero su interés era más vivo por todo aquello que tenía movimiento; observaba á los niños que corrían, á los animalitos que saltaban el andarrítmico de su hermana, y las olas de suamigo el mar. Seguía largo tiempo con los ojos el vuelo de los pájaros.
Miraba con ojos más ansiosos 4 los árbo- les, que perdían sus hojas, y volvían árever- decer; que nacían, crecían y morían en un mismo sitio, y pensaba en la similitud de su pequeña existencia con la de esos grandes seres de la vida vegetal.
Todo esto era confuso en esa alma de seis años, pero iba acostambrándola 4 la medi- tación.