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STELLA 58 primeros, los ángeles bajaban á mezclarse con los niños, en las segundas, los niños subían 4 mezclarse con los ángeles.

Nadatriste, nada sombrío, en lareligión que le enseñaba, Una gran omnipotencia y ana infinita bondad: ese era Dios, La única perfec- ción que haya la tierra conocido desde que se formara—perfección suave, dulce, humil- de, indulgente, llena de amor y de ansiedad—- un hombre superior 4 todo lo creado, y que conoció también la muerte, era Jesús. María, una figura blanca y delicada como una palo- ma, pura y perfumada como un lirio, linda y buena como su mamá. Sólo el paraíso de los Santos, la gloria de los Serafives; ni pur- gatorio mi inferno. Para qué necesitaba co- nocerlos, la que moriría sin pecar?

Aprendió 4 leer casi sola en sus libros de ¡genes, supo escribir por su sola voluntad; dibujaba con su lápiz y sus colores todo lo que veía, y aprendía á sacar bonitos sonidos de una pequeña y coqueta guitarra, en la que Ana María solía cantar unas vidalitas para su marido.

Al alcance desu mano, estaban siempre sus juguetes, sus libros, sus objetos preferidos.

Un cochecito especial le fué enviado, un día, porla princesita Amelia, nieta del soberano, que la conoció en la playa. «La hijita de Cristian de Nornega, á la hijita de Gustavo Fussller», detía la tarjeta.

Su cabeza era una maravilla, Su color ha-