STELLA 467 le su amor completo! ¿Y tenía el derecho de =sperarlo? Un instante no se le ocurrió acor- Jarse de su fortuna tratándose de Alex, «¿Qué sodría yo ofrecerle?..... ¿Qué podría yo ofre- ser 4 sujuventad de alma y de cuerpo, á su fresca dulzura?..... El alma amarga y gasta- la de un hombre que ella ha conocido en mo- nentos que se preguntaba mirando el pasa: lo: ¿Qué he hecho yo? Mirando el porvenir: ¿Qué me resta hacer?. ..... Sería como aquél que se acercara al altar de las ofrendas con las manos vacías»,
No había intentado verla, no se habían cambiado entre ambos una palabra, una mi- rada más. La dejaba partir, Así se lo aconseja, han suangustia previsora, su dolor profético
Al cabo deseis días de ausencia se presentó en el Círculo, donde se le extrañaba. En- contráronlo pálido, agobiado,
—Viejo es lo que estoy, dijo. Ya empiezan los trancazos; no los de la infiuenza, sino los de los años. En serio, he estado embromadí- simo cuatro días en cama.
Le parecía que se podía transparentar suS heridas, y con el pudor de una virgen las en- cubría.
Recorrió los corrillos, cada uno de los cuales desenvolvía su diferente tema. Dejó caer su látigo sobre el comercio en uno; su gota amarga sobre la política en otro; guar dó silencio sobre el eterno tema de las mu- jeres: temía equivocarge,