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468 STELLA

rozl» negándose 4 programas de paseos et el mar que ella temía para sus chicos, «Si ya va á llorar, porque no puede comprar la lun: que le gusta tanto á Stellal» «Está ustec muy viejo, viejo tío; ha encanecido su cabeza : los treinta y ciuco años, pero su alma 4 lo veinte: su alma es bisabuela de la mía»,

+¡7h, querida, querida mía!.... ¡Todo est lo he perdido como un imbécil» dijo en vo alta, mirando entrar la luz del alba por le banderola de su ventana.

Cuando se convenció que estaba lejos, qu: cada minuto la alejaba más y más de él, qu se alejaba sin cesar, tuvo un momento de de sesperación, seguido de úna sensación de de samparo; casi la resolución de quedarse ahí cerrar los ojos, no continuar su vida... de tener su vagancia inútil. Sin embargo nc se arrepintió un solo momento de no habe: procurado verla, hablarla, después de la últi ma noche. Una mirada, una palabra despué: desu leal palabra «perdón» habría sido k irreparable ..¿Y sin la mirada y sin la pala bra no era siempre lo irreparable?

A esta pregunta se contestaba que sí, por que ahora que comprendía ya aquello «exó tico» que antes ni acogía ni rechazaba, que no defendía ni combatía porque era lo des conocido, comprendía también que sn desec no era de reconciliación y de perdón. Lo que él quería era el amor de Alejandra: quería st alma y su cuerpo; aspiraba al amplio dor