STELLA 469 ahijada la Perla. ... espere, espere. .... ¿cómo se llama?.... ¡Ah! Máxima Maura Sagasta.»
Alex podía partir tranquila: su tío estaba salvado.
Máximo continuó narcotizándose. El vier- nes, á las nueve de la noche, el gerente le a só: «Señor Quiroz, el «Cap Ortegal» acaba de zarpar: eran las ocho y veinticinco». Este suspiró muy fuerte, y exclamó con aire de alivio: «¡Al Gal
Había permanecido encerrado, adormecido tres días, para escapar á la tentación de verla.
Esa noche no tomó cloral; la pasó pensan- do en ella.
Empezó por olvidar que era ella para juz- garla: sereno, imparcial, con el microscopio de su razón, examinó, analizó, detalló la perfección moral é intelectual de Alejandra. Después, evocó la gracia y el encanto de su cuerpo: desde su mirar hasta su andar, des- de su sonrisa y su voz hasta la manera de mover su cabeza expresiva, de poner su pie en tierra, de levantar su vestido para saltar confundida con sus niños. Sintióse débil co- mo uno de ellos, abandonado como debían ellos sentirse sin su joven madre; y ese hom- bre indiferente, y ese hombre fuerte; y ese hombre excéptico y ese hombre burlón, lloró como ellos por la que se alejaba, En medio de su afición sonreía Á veces á frases suyas. «Soy inflexible como una espada, señor Qui-