STELLA Ll inverior que la enrojecía y lo empalidecia, que ilumivaba y apagaba sus ojos, y que para ella era incomprensible, No lo era para él: luchaba con su lealtad que le prohi- bía estrechar esa mano que confiada se ex- tendía buscando la suya, engañar á esos ojos que llenos de extrañeza buscaban sus ojos.
Todos sus sentimientos de hidalguía se ne- gaban á engañar su confianza. Sin embar go, un momento le faltó el valor: cuando movió su rabia cabeza, entornó los ojos y le sonrió. De pronto cruzó él las suyas, y con expresión seria, aire grave y voz pro: funda, dijo una sola palabra: «Perdóm»
La mirada fija en el semblante de la joven, esperó. Esta quedóse pensando en lo que ese gesto y esa palabra querrían decir; lo miró también fijamente después, y él, que espiaba el menor cambio en esa fisonomía abierta y expresiva, pudo ver cómo se iba haciendo la luz en ello, pudo darse cuenta de cuál fué el momento preciso en que supo que él había pensado lo mismo que los otros; en que comprendió la razón porque no estre- chaba su mano. Esa luz se exteriorizó, llenó sus ojos é hizo visible su pensamiento, Per- maneció un momento más enla misma ex- presión y en la misma actitud, empezó luego á perder su color, y la vió blanca, como la rosa blanca que había ella puesto esa maña- na en en el retrato de su hermapa..... Un mo-