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taba casi comprometido com algún otro ahorcado, y que recién podría contestar á las cinco, es decir, dos horas después, en el temor de que faltara y ver así perdida la úni. en esperanza, le pedí que esperara un mo- mento; bajé corriendo la escalera interior, entré en el comedor y no siéadome posible hablar 4 Enrique que se encontraba en la sa- lita, traté de hacerle comprender algo lla- mándolo por el espejo en el cual lo veía re- Aejado..... ¡Ah, Máximo, qué angustia!
El semblante de Máximo aparecía en ese monaento, del color gris de duelo de la ceni- za. ¡Pero siempre mudo, quería ofr hasta el fin!
La joven había vuelto 4 sentarse con sus manos cruzadas sobre la mesa, en cuyo ex- tremo opuesto Máximo apoyaba el brazo que sostenía su cabeza.
—Abrevio. Mi tío cayó enfermo, la ene- mistad de Emilio para con su hermano au- mentó, y éste siguió jugando y derrochando. Una ansiedad para mí era su noviazgo, pues á cada momento me parecía que algo podía llegar 4 oídos del padre ó de la hija y rom- perse. ... Comprenderá ahora usted el interés que debía tener yo en que ese matrimonio se realizara. ... La hostilidad de la familia en contra mía aumentó, conocí las armas con que se me hería y mo pude ni combatir ni huír ... Llegó un momento en que llamé á Emilio, porque unas acciones de mi tío ha-
