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soy quien pongo en limpio los apuntes que hace él prolijamente,, Viendo que no 'con- testaba añadí: «Es necesario, Enrique, que inmediatamente quede esto arreglado; mi tío no está en estado de tener desvelos... cuando lo que necesita es dormir». Mis ojos debieron expresarle mi sospecha, mi indig- nación, y mi resolución de defender la salud de su padre, porque me lo dijo todo, creyendo el inteliz no decirme nada. «Este pagaré es una renovación de aquél, que una tarde tra- jeron para protestar».

—¿Cómo, exclamé, si mi tío no sabe nada de esto?..... ¿Cómo, si él no ha firmado ese documento? Al no contestarine, levanté los ojos y lo miré; no necesité más. «Enrique, dije en voz baja, eres tú el que ha firmado ese documento por mi tío... Yo no soy juez, soy sólo una mujer de corazón que de- sea evitar males irreparables á un ser que quiere... Anda, busca ese dinero, y que él no sepa nunca lo que lo llevaría 4 la muer- te». Durante cuatro días Enrique buscó el dinero, Para la gente de su mundo era el hijo de un rico; pero las narices de los pres- tamistas sabían ya á qué atenerse... No podré nunca olvidar las agitaciones que pasé eldía en que llegó usted de Europa, Máximo. Mientras en la sala del piso bajo, Enrique cambiaba un compromis> con la heredera del más fuerte acreedor de su padre, yo, á puerta cerrada, en un cuarto interior, com-