STELLA 480 dre, ¡Cuántas veces he tenido que calmar al generoso y vehemente muchacho! ¡Cuán. tas me ha desvelado la preocupación de que llegara cl momento en que no pudiendo con- tenerse cometiera un acto de violencia! Yo fuí quien lo conduje hasta la resolución de ponerse al frente de la estancia de Puan y ser el salvador de su familia; mi intención era alejarlo. ... Cuando llegó usted de Europa, las cosas que se habían podido apuntalar iban á caer con toda su fuerza, venciendo los débiles puntales..
Mi tío, á quien todavía no se había decla- rado enfermo, intervenía en sus asuntos aún. Un día me llamó y me dijo: «Mi hijita, hoy han traído el aviso de un vencimiento, lo que debe ser un error, pues en mi libro de apuntes no figura. Dile 4 Enrique, si vie- ne mientras yo no estoy, que pase por el Ban- co Español y averigite de lo que se trata»... No tuve sino mirar la cara, poco inteligente de mi primo, en el momento en que le repetía estas palabras, para convencerme que algo incorrecto había en el asunto, y más, con los antecedentes que tenía yo de su conducta anterior. Se puso rojo, tartamudeó, empa- lideció y me dijo: «Ese documento existe y no tengo dinero para pagarlo.» «¿Cómo pue- de existir lo que no existe?» le dije yo, recor» dando aquel otro pagaré amenazado de un protesto dos meses atrás, «Mi tío no tiene conocimiento de nada, mi yo tampoco, que