381 STELLA.
sado á ausentarse 4 la estancia que su padre posee en Puan, me pidió que lo reemplazara mientras tanto cerca de él, de quien era se- erctario y cuyos libros de contabilidad aten- día. Le he dicho ya, que desde el primer momento mi primo Emilio y yo simpatiza- mos; al poco tiempo fuimos amigos, yo lo ayudé á preparar su examen, y €l depositó en mí toda su confianza. Emilio es muy com- pleto; si en lugar de tener diez y nueve años hubiera tenido veinticinco, lo que ha sucedi- do se habría reparado. ... 6 no habría suce- dido. Antes de ausentarse me dijo: «Alex, papá está enfermo; yo soy el único en saber, entre los que realmente lo queremos, cuál es su mal. Me voy por él, porque es necesario que me vaya. Te confío su tranquilidad. Conozco tu discreción y tu clarovidencia; si llega el caso de emplear la primera, será por- que la segunda te habrá iluminado; si no llega, es mejor que ignores lo que él sabe 4 medias y yo por entero. Pero fíjate bien, Alex, todo papel que traigan al escritorio lo debes abrir tú, y si encuentras en alguno de ellos algo que no entiendas, ó que entiendas demasiado, uo se lo muestres y telegrafíame.
Máximo levantó la cabeza, miró á Alex, y su entrecejo se plegó.
—Un día que había salido 4 la vereda para acomodar á mi Stella en el carruaje en que se iba de paseo con sus primitos, al en- trar vi á una persona que tocaba el timbre