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zura, mucha altivez en reposo; y auque era sólo una niña ejercía ya sobre los suyos, la infuencia positiva de su fuerza moral.
Poseía el don de la alegría, mucha sensibili- dad sin sensiblería, un corazón que no había hecho sino amar, una frescura moral de clara fuente. Su ala, era como una planta que se desacrolla;a libre y sin esfuerzo al sol, sin na= da cerca quela contaminara.
De una imaginación muy sana, apesar de aus lecturas y de sus estudios, conservaba in tacto su candor; candor inteligente, bien dife- rente de las inocencias ridículas de algunas ingénuas. Había aprendido ciencias natura- les; sabía pues, que las plantas nacen de las plantas, que los hombres nacen de los hom- bres, que todo ser nace de otro ser; bastándo- le, no se detuvo á pensar más. En ella no pe- netró jamás un pensamiento móxbido.
De estatura mediana, la proporción armó- nica de su figura la hacía aparecer más alta; de una elegancia invata, sus movimientos te- nían una gracia vibrante, su andar ligero y rítmico era sin embargo firme; bien sabía ella donde ponía su pie largo y delgado.
Una cabellera rubia y brillante, suave co- mo la seda, coronaba su cabeza y hacía un marco de oro á su cara expresiva de perfil eto, ancha frente, color primaveral, boca elo- «uente. Los ojos largos, llenos de inteligencia, de mirar profundo cuando se detenían en un Pensamiento, algo soñadores, en los que no