48 STELLA atención, y una reflexión rara en una criatura de la edad que representaba tener la del re- trato. Máximo sonrió á esa figurita de ves- tido azal de colegiala, con su trenza sobre las espaldas; sonrió á la ancha frente y á los grandes ojos expresivos de Alejandra adoles- cente. ... Sobre la chimenea, otro gran retra- to de Gustavo con el paletó y el gorro de pieles, lis gruesas polainas de su traje de explorador. ... Más abajo Stella, mirando á las que la miraban con sus dos astros melan- cólicos, con sus dos ojos llenos de infinito. Aquí y allá mil objetos que se veía eran re- cuerdos de viajes y de amigos,... muchos hibros... En un marco blanco lagué, recono- ció la for de caña que la noche del baile Ana María arrancó de sus manos para dársela á su prima. Sobre la mesa del centro, verda- dera mesa de trabajo, larga y ancha, una lámpara cuya luz tamizaba su gran pan- talla...
Empezaba á sentirse conmovido en ese ambiente íntimo y tibio, suave y familiar, que en todas partes creaba á su alrededor la jo- ven que tauto conocía, y á la que descono- cía tanto. Pero no quería demostrarlo y repitió dos veces la divisa del viejo reloj italiano: «Cheto fuor, con moto dentro»
Sintió ruido en una de las puertas interio- res, Á sus espaldas, se volvió y percibió 4 Alex delgada y pálida, vestida de luto, des- tacándose de todo aquel negro de su traje,