SIELLA 495 tenían que serlo personas de su rango y de su fortuna; regresaron en Junio, y dos meses más emplearon en recorrer algunas provin cias de su propio país,
Cuando volvieron 4 la Capital, el antiguo Máximo había renacido todo eutero.
Estuvo en casa de su hermana Carmer; todo en ella lo disgustó. Su cuñado había tenido una recaída, Apenas convaleciente, a muerte de su sobrina lo había desplomado nuevamente; en esos momentos se encontra- ba en Puan con Emilio, por prescripción médica. Al rato de entrar cambió de asien- to, para evitar el mirar un gran retrato de Stella, colgado en la pared del costurero donde se reunía la familia.
Por las conversaciones, el tono, los obje- tos que á eila habían pertenecido disemina- dos por todas partes, y ese retrato en el que habían colocado flores frescas, comprendió que Stella vivía todavía en aquella casa. Una gran tristeza sintió ai ver entrar á su her- mosa ahijada, á la arrogante Perla, delga- dita y pálida, con su cabeza despojada de su cabellera. La niña había estado gravemente enferma; la muerte de su amiga habíale pro- ducido una desesperación cercana á la locu- ra; después una fiebre con alucinaciones, y un debilitamiento al fin, que todavía se comba: tía.... Por lo que oyó se dió cuenta que Alex se había quedado en la estancia com Eugenia cuando la familia regresó á Buenos