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408 STELLA.

mismo que había tenido ella un día de dársela por entero—y salvarla así de las garras del conflicto en que la creía apresada.... Mas, generalmente, esos impulsos del corazón sa- ben 4 la cabeza antes dle nacer, hornalla don- de prenden las ideas, pero enla que se apagan, al razonarlos, muchos sentimientos genero- sos y salvadores, El sentimiento caballeresco de Máximo apagóse así, y se dijo lo que mu chos dicen en esos casos: «¿Qué me voy 4 me- ter yo 4 Quijote?» ... Se limitó 4 decirle cuan- do estuvo 4 su lado:

—Hacía dos días que no la veía, sobrina. ¿X muestra Stella?

—He necesitado descansar um poco, Máxi- mo, le contestó ya en el corredor, dejándose caer en una silla con el gesto de un infinito desaliento. . Pobre Rosa; qué pronto le doy un ejemplo vivo de mis palabras: »¡la vida, Rosa, estan cambiante!.....»

Él la miró sin saber qué decirle.

—No sé si será el estado físico en que me encuentro, pero no puedo verme libre de lo que he criticado tanto en otros... estoy llena de negros presentimientos... y tengo miedo, viejo tío.

Vió él que sus ojos pestañeaban muy ligero, y el movimiento de contracción que hacía su gargauta al tragar. Un minuto después, de- jaba caer su cabeza venciia entre sus brazos cruzados sobre la mesa, como hacen los niños en la afición, y soltó el llanto, con grandes