STELLA s
temperatura», se contestaron. Abriéronse Jas ventanas de par ea par, y el aire arras: trando todos los perfumes del jardín, embal- samó la pieza.
Siempre en el pecho de su marido, abx ¡muy grandes sus grandes ojos, como para abarcar todo lo que se le ofrecía... En esa tarde tibia y apacible aparecía un cielo sin nubes, un mar sin olas y todo azul. En la semi inconsciencia de la última hora, esa vi- sión la transportó muy lejos... .Apretó la mano de su hija, clavó los ojos en el bien ama- do, y dijo en una voz que se evaporaba ;
—Esel Plata... !
Y en esa suprema ilusión entró en la muerte,
ALEJANDRA
Gustavo trasmitió 4 su hija Alejandra — Alex en elidioma tamiliar—no sólo 6u natu- raleza sana y vigorosa, sino también su com- formación moral é intelectual; su grán cere. bro y su alma vasta.
Elejida porél, á quien tanto amaba, para reemplazarlo, adivinó lo que esperaba de ella,