STELLA ES que eran las primeras después de muchos años, y todo lo lentas que eran en llegar todo lo que les costaba brotar de la fuente sellada de su: pecho.
Corrieron también las de la joven, fáciles <opiosas, acostumbradas 4 brotar de la fuente de bondad y de ternura perenne en ella, y al mismo tiempo un sentimiento pia- dosamente maternal para el hombre de las sienes emblanquecidas..... Las palabras del Eclesiastas vinieron 4 su memoria. «¡Des gracia al hombre solol» Y vió otra vez su soledad. Sontió tristemente 4 los esfuerzos que él hacía para llorar y para no llorar. Aproximóse, tomó su cabeza varonil, la re- costó en su pecho, como solía hacerlo con la ligera, delicada y finísima cabeza de su hermana, y con la voz que usaba para conso- lar 6 su padre contiauó diciéndole:
—No, viejo tío; no, su padrino; nadie es culpable. .... ¿No sabíamos todos que nuestra Angélica no podrís vivir? Bra demasiado perfecta. Yo lo sabía desde que ella nacie- va..... Preparémonos á beber el amargo cáliz.
Máximo se convenció, al oirle estas pala: bras, que en ese momento veía recién desple- gar 4 las alas de esa alma todo su vuelo. Compreadió recién 4 Federico Livanofk, y que se hicieran todos los sacrificios para evi- tará esa criatura un pesar.