STELLA ES ros?.... Imaginate á tí misma sobre una montaña, la que á su vez se encuentra sobre otras montañas. Las montañas se han con- eluído; ya no queda una sola más en la tierra, y sí todavía un espacio entre tú y el cielo; pequeño, pequeño, pero que no puedes sal- var... Imaginate solita arriba, sin Alex, sin Máximo para ayudarte: ¿qué harías t6, mi Reina, entonces?
La niña abrió su inteligencia, imaginó, y contestó confiada y convencida.
—Pediría 4 mamá que me extendiera la mano.
La vuelta se hizo cortando campo. Albert to y Carlitos pasaron por encima del alam- brado, el coche de Stella. Era éste más chico y más liviano que el otro, aquél que tiraba el carnero, y ella lo manejaba desde adentro como un automóvil,
Máximo les alcanzó la niña que tenía en brazos para que la colocaran en él. Apretó fuerte después con su pie el primer alambre, y con la mano izquierda levantó el de arriba, dejando así un pasaje para Alex. Tomó el brazo de la joven con la mano libre, y usando una gran delicadeza, la hizo pasar.
Tenía uua manera muy diferente de tra: tarla, desde el día que vió á la mujer en el la mujer en toda su bondad, en toda su am: plia caridad primero; en su omnipotente de- bilidad después. Desde que se refugió en él xn segundo, revelándole que era frágil y era