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no. Aunque no los entendían, eran tan melo- diosos, que ellos creían que cantaba, y aplaudían.

Alex reanudó su triste relato.

“Más, cuando vió aproximarse el fin, que su falta de cuidados y sus amarguras habían precipitado, llamó 4 mi padre; quería morir en sus brazos.... «Es necesario que Alex— nuestra Alex, Frede—sepa por quién ha sido amada. ¡Que lo sepa todo, para que en me- io de las vicisitudes que pueda ofrecerle más tarde la vida, se sienta levantada por la idea de haber merecido el amor de un hombre de tx tamaño y de tu grandeza!»..... Así le ha- bló papá; tuteándolo como se tutea á un hijo, llamándolo Frede, como lo llamaba su ma- dre ... Sus últimas palabras fueron éstas: «Sí, que Alex sepa como ha sido amada. Di ga usted, Gustavo, á su hija en mi nombre, que cuando armada de sus traiciones la per- siga la vida, se refugie en mi memoria.»

El acento, la expresión tan elocuentes de Alejandra, habían llegado á su más alto grado. Sus manos habíanse cruzado, y un poco crispadas se asentaban sobre sus rodi- llas. A sus ojos no los apagaba, los ilumi- naba la melancolía,

Esa expresión elocuente era en Máximo toda interior. Su alma, como una gran voz, ce levantaba para glorificar á Federico Li- vanoff, la voz se entristecía para lamentar que Alex lo hubiese perdido.