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extraño de sa conducta, no se me ocurrió du- dar ni desu cariño, ni de su caballerosidad un solo instante. No pude, por lo tanto, con- siderarme ofendida, y sufrí sin decepción ni desesperaciones, la privación de su presencia. Sahía sin saberlo, que algo insalvable nos se- paraba; que algo indestructible de que no podía triunfar su voluntad se interponía en- tre ambos, y no traté de penetrar un misterio que él descaba que permaneciera misterio para mí.... Sufrí mucho; sufría por lo que es- taba segura que él sufría. Mi dolor era mo- ble y sereno, porque así tenía que ser todo lo que de ése ser viniera, ya fuera la alegría Ó el pesar,

Detúvose; aspiró el aire con los labios en- treabiertos y cerró los ojos... «Esta mujer haría olvidar el resto del mundo; la vida 4 su lado, sería corta: la gastaría pronto la inten- sidad.» Y al pensarlo Máximo, su respiración hacías afanosa levantando apresuradamente su ancho pecho.

—Mis padres, signió diciendo la joven, no hicieron ni la más simple alusión á lo sucedi- do, sus mimos y caricias aumentaron, y me llevaron nuevamente á viajar. Recorrimos lo ya recorrido; me pareció el mundo más nu- blado, pero vi en él, después de haber sufrido, cosas de gran valor que antes no viera, Está- bamos en París. Un día papá partió; cuando regresó después de una semana, traía su fiso- nomía marcada por el pesar. Me llamó, me