E STELLA.
delgado, de una palidez transparente, en sus líneas aparecía la nobleza de su estirpe, y sus ojos, melancólicos y pensativos, se parecían 4 los de Stella. .... Era ua hombre de recono- cida superioridad moral € intelectual, Muy popular entre la clase obrera y proletaria, de ideas avanzadas, precisas y firmes. Precuen- taba la corte, y se tenía tal fe en su lealtad caballeresca, que los grandes, á cuyas distin- ciones seimponían sus raros dones de inteli- gencia y de carácter, no desconfiaron nunca de él, porque sabían que mientras él les estre- chara la mano no había nada que temer,
Se le sabía fuerza estimuladora y fuerza moderadora al mismo tiempo. En su casa conocí confundidos á todos los hombres des- collantes de Rusia; allí traté 4 toda esa inte- lectualidad revolucionaria que se encuentra hoy al frente del movimiento demoledor de su autocracia...... Pasaba él muchos meses en Niza, donde nosotros vivíamos casi todo el año. Nuestras casas estaban vecinas, nos veíamos continuamente; se estableció entre ellos y nosotros una gran intimidad, é hici mos juntas las dos familias, un viaje á Espa- ña... Votenía diez y ocho años, la edad en que mamá se casó. Federico me trataba un poco como á una chica, pero hablaba conmi- 180 de cosas serias, Por él pude penetrar el pensamiento de Rusia, que era su pensamien- to. Nada de lo que pasaba en su corazón me había dado á entrever. Su madre se fué á San