362 STELLA su falta de confianza en las mujeres; de esa indulgencia depresiva que tenía para juzgar todos sus actos.
Muy poderosa tenía que ser la curiosidad de Máximo, para que se resolviera 4 remover cenizas heladas, asentadas en lo más recón" dito desde hacía veinte años. Haciendo un gran esfuerzo, consiguió reavivar el drama extinguide; drama en sus consecuencias, El tiempo había hecho su obra de olvido, pero no de reparación; las ruinas permanecían en- tre sus propias ruinas, Al sueño de su juren- tud lo había desvanecido con su primer soplo el deseucanto, pero al desvanecerlo hizo imposible para €l los demás sueños. La ima- gen de la mujer querida habíase borrado también; era la imagen que pasa ante un espejo, quela refleja sin guardar su rastro. No los dejó ella tampoco, más empañó el es- pejo.
Muy pálido estaba Máximo cuando con- cluyó de hablar; de una palidez blanca y exan- gúie, diferente de su palidez cálida y expresiva.
Alex, que lo había escuchado con sus oídos y sus ojos, le dijo un momento después que él callara:
—+A pequeñas causas, grandes efectos»...
—;Llama usted pequeñas á la traición, á la infidelidad, al interés, al engaño¿... le pre- guntó él muy alterado, y enyo rostro perdió su palidez, lo que dió instantáncamente 4 su fisonomía el carácter de un gran vigor.