STELLA 361 Otra enfermedad de que adolece usted, viejo tío: la obcesión de su fortuna. Necesita- sía curarse, convenciéndose que la gente, cuyo juicio merece la pena de tenerse en cuenta, lo preferirían sin ella, pues según me ha dicho, le ha impedido ser lo que podría y debería ser.
—Ya ye, encantadora maestra, que se enve- jecería usted antes de acercarme 4 la perfec- ción.
—No aspiro 4 la perfección para mis discí- pulos; se parece ella demasiado 4 la insensibi- lidad. Piensa y siente usted con tal ínteosi dad—ya ve que no creo en Su indiferenci artificial —tieneusted tan propia personalidad, que merece tener defectos; ellos sólo serán los huecos que formen sus relieves,
Fijó él en ella sus ajos extraños, llenos de fosforescencias y le preguntó;
—¿X usted, Alex, es feliz?
Su cara se cubrió de una sombra rosada, y contestó con voz menus segura y señalando á Stella,
=Si usted se refiere 4 la felicidad que le aconsejo, sí, soy feliz, Máximo: allí tiene á mi incomparable enamorado,
—Una mujer como Alejandra Pussller no es la indiferencia lo que siembra á su paso ¿Por qué no ha querido casarse usted, Alex?
Coutinuaron uno y otro cruzando pregun- tas y eludiendo respuestas, hasta que ella*le pro1..etió contarle su romance, si él le contaba el «crimen de amor» que había sido causa de