396 STELLA preocupado y bromista, aunque estaba tan nervioso que sus manos y su voz tembla- ban.
Enwmudeció, faltándole para ella las pala- bras dulces y acariciadoras que se encuentran siempre en momentos semejantes para conso- lary alentar á las mujeres. Bra tan diferente de las otras; había, á pesar de su franqueza, tanto del +vigma, y tanto del misterio en esa sonriente joven, fuerte como una Walkyria!
Al Sn atrevióse ella á mirar también á su frente. Los relámpagos la deslumbraron. Vol- vió á levantar los ojos, y vió al rayo fulminar 4 lo lejos un árbol secular... Sin un grito, sin una palabra, dejó caer la cabeza en el pecho de Máximo, como lo babía hecho su hermana. Y Máximo, como habíalo hecho con su herma- na, permaneció inmóvil, conteniendo su res- piración. Así, con infinitas precauciones tam- bién, la tuvo escondiéndose en su pecho, de la naturaleza eu furor,
Toda la nerviosidad que necesitaba ella contener siempre, se libertó; toda la energía que había en ella para los otros, sabiéndose inútil en ese momento, la abandonó, y él vió sólo un ser débil que se relugiaba en su fuerza; conoció á Alejandra entoda su adorable fla» queza, que la completaba.
Ese momento podría haber durado días y años, que él nose abría movido de su sitio. Fué uno de esos momentos de absoluta dicha, sin pasado y sin futuro, que se sienten y no se