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STELLA Ed


Al conocer la decisión de la hija, los padres se aterraron. Vivir sin ella?.... Una esperanza conservaban, sin embargo, que su hijo Luis desvaneció,

No nos hagamos ilusiones, que al disipar- se nos duplicarán el pesar, les dijo. Todo el amor de la mujer más amada, sería impoten- te contra una voluntad de hierro; Gustavo es esa voluntad. Nadie ni nada, conseguiría desviar á ese joven suave de su rumbo. A qué, pues, oponerse y luchar? Qué argumentos, que no fueran egoistas, podríamos presen- tarles?..... Qué compensación á un amor que triunfa del dolor...? A ella, qué podríamos ofrecerle en cambio? Un marido mediocre quenos la dejaría, pero que nos la haría des- graciada?.... Créanme, queridos viejos, lo único, lo mejor, será consentir, sufrir, callar

..dejar que Ana María sea feliz lejos de mOSOtrOS,

El pesar de Luis fué un gran pesar. En esa criatura había reconcentrado todas sus ter- nuras. Era la hija adoptiva de su corazón sensible como el de una mujer; como ella le bastaba, y el trabajo lo absorbiera, no pensó en formar su propio hogar. «Si te casas vas árepartirte, y yo no quiero», le decía, y esa manifestación abusiva de su niña mimada lo halagaba. Hizo vida mundana los meses que pasaba en la ciudad, para que los padres descansaran de tantas vigilias, aburriéndose heróicamente en las fiestas contínuas á que la