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STELLA ars —¡El, él él! contestaron los otros todos, señalándolo con el dedo, ¡Escl único que queda, él! —Y como es el preferido... .dijo guiñando el ojo Miguelito que descubrió una caja de marroquín azul, que no venía ciertamente de lajuguctería. —¡Me preñiere, porque soy el mayor dijo orgulloso el niño, ¿No es verdad, tía?

—Sí, mi alma, sí. —Y abierta la caja mis- teriosa, aquella multitud de ojos inocentes vieron brillar en su fondo, como una ascua de oro, un precioso reloj.

—¡AR! hizo el miño en un sobresalto de júbilo, y abrazando á su tía agregó: ¡Gracias, gracias, tía! Verás como sigo muy ligero mis estudios de bachiller......¡Mi relof!...Vamos 4 ver ¿qué hora es?....Oigan ustedes, her- manos mios, me fué entregado á las diez y veintián minutos, este buen señor. ....¿Sábes quees casi como el de Máximo, tía?

—Sí querido, casi.

—Ya no hay nadie más, anunciaban todos 4 una voz,

—SÍ, señor; ahora falta la sobrina mayor, la maestra, dijo Dolores señalando 4 41 dra,

— ¡La grandulota! dijeron los niños, en una oz unísona de burla y de íntimo cariño.

Aquélla se acerco á la joven, y prendió en su pecho que se levantaba conmovido, una barrita de oro con pequeños brillantes, del