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319 STELLA

el pañuelo, que tirando hacia atrás amena- zaba ahorcarla. Abrazáronse riendo y fueron 4 Stella, que las llamaba desde su cochecito,

—¡Esperen, mis queridos, déjenme respirar! ¡me sofocan, por Dios!...... Simo se están quietos, no les voy í dar todos los lindos ju- guetes que les traigo.

Descansó un momento, y después, degde su silla de mimbre, comenzó la repartición:

—Primero á los más chiquitos... .Chochi ta, 4 ti mi hijita, una muñeca toda vestida; sele tira de esta cuerdita y dice: «pa ...pá.. ma..má».. ¡Dójasela Miguelito, se la vas á descomponer!..... A Elvirita otra muñeca, pero desvestida. ¿Ves? está en camisa la po- brecita; así que te traigo también un costa- rero, para quele hages su ropita......Al diablo de Miguelito una linteraa mágica pa- ra que deje descansar con su ballesta 4 los- gatos y á los pájaros. ...Y un teatro de títeres para Florencio...una rana con cuer- da para Nemuca....¿Y este otro titiritón?. . ¿Y estas bochas?.... .¿Y este carro?. .... Ahora los más grandes. A las inseparables: una cocina para que hagan sus dulces la Perla y Stella, y una máquina de fotografía para que saquen vistas Stella y la Perla. . ¡Ah! me olvidaba de Muschinga; venga, negrita, para acá. Aquí tiene caramelos para un año y un payaso que hace pruebas también, co- mo usted... ¿Y quién veadrá ahora?... ¿quién vendrá Albertito?