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so STELLA.

que entraban raudales de luz; llena de flores, de aire, de alegría. Sobre el pavimento de mármol, el pañuelo de Desdémona.

En su biblioteca abrió un libro al azar; sas ojos se detuvieron en este pasaje: «Se vive de muchas maneras, pero se muere 'sólo de una. ...La vida no tiene objeto. ...El hom-

bre vive para morir. ......«¿Qué importa có- mo se muere y cómo se vive?».... : —El descreimiento, la duda. ...¡la eterna

duda! díjose, En el espacio de media hora lathe encontrado: en el verso del paisano, en el cuadro del artista, en el libro del escri- tor. ¿Dónde se ha refugiado la fe?

Le pareció que su padre, que él veía allí dentro de su marco, y de quien hacía un mo- rento una voz joven y trasparente había die cho: «Ahí tiene usted 4 lo que yo llamo un creyente», le respondía: «En el pecho de Ale- jandra Fussller.»

Un rato después abrió su reloj para ver la hora; algo saltó dentro de él. Tomólo con cuidado y lo depositó en la bonbonera de su abuela. Se le ocurrió sacudirla, y sonó ahí como el cascabel de un juguete. Volvió 4 abtirla, y al ver en su fondo, como una de sus mismas perlas, el dientito de Alex, soltó una carcajada, en la que había ternura y una gran nerviosidad