STELLA 307 wmanitos negrasla torta blanca, Con el ves- lo escotado, las grandes argollas de sus orejas y los corales de su cuello era una fgura tan original que Alex pidió á Alber- tito que la fotografara.... «Tim».... y la negrita con su torta quedó fija
Bajaron al jardín. Máximo extendió á Ste- ármol, cuyo res-
Ja en un ancho banco de paldar se levantaba hasta formar un pedes- tal enguirnaldado de hojas de vid, sobre el cual bailaba un fauno tocando la fanta,
La niña llevaba su invariable traje blanco, largo, suelto y leve como un vestido de bau- tismo, que la envolvía en sus espumas, y caía Hotante hasta el suelo. Así, parecía formar parte, ser el sujeto principal de esa obra de escultura.
—¡Albertito! gritó Máximo, llamando á su sobrino, cópiame este cuadro maestro.
Los otros corrían, brincaban, gritaban. Alex reía con ellos, como una niña más grande.
¡Tarde de completa festa, de perfecta ale- gría.
Máximo admiraba la de esa joven, á quien yala vida había lastimado.
La tarde caía, y llegaba el crepúsculo,
Murmuró con melancolf
—¿Por qué los días no tienen la duración de los años?
Ella lo oyó y le dijo:
—Los días duran, prolongándolos ex el