SIELLA 2. có sas ojos. Ella mantúvose un momento más en la misma expresión, muda, paralizada; pero cuando su mirada encontró esa otra mirada verdosa con clavitos de oro, que tanto la quería, sonrió, levantóse el cabello de la frente con aire de cansancio, y dejó caer su cabeza en el pecho de su amigo.
Así permanecieron; él conteniendo su res- piración y todo movimiento, con precaucio- nes infinitas; ella descansando confiada en ese pecho, que sabía pertenecerle por derecho de conquista.
— ¿Sabes por qué he dicho pobre Alex? ¡Por que nuestro papá no vuelve y no volverá ya más; nunca, nunca más! dijo al largo rato. Había comprendido el verdadero sentido de la pregunta impetuosa, que tomándola de sorpresa hiciérala estremecer, y ahí, refugia- da en ese pecho viril y biando,—como un pajarito en un nido de plumas y ramas de encina—sintió la necesidad de desahogar su corazón demasiado lleno de amarguras que lo laceraban.
Bl tono en queella dijera sus palabras: enues- tro papá nunca más volverá» fué para Máxi- mo como'un sondaje que se hiciera ante sus ojos, de honduras no imaginadas.
Leyó en esas palabras toda una historia: la historia de esa pequeña alma firme y dolo- rosa, que sutría sio agitarse penas ocultas; quesoportaba el peso de una doble fatalidad sin agobiarse, y á la que dilataba el amor.