292 STALLA la Perla, que se destacaba espléndida entre todos los demás.
Máximo, recostado en la baranda, mirando al grupo aturdidor, oyó ima exclamación que era un suspiro... «Pobre Alex!» habían susurrado los labios de Stella. Dió él vuelta y vióá la niña absorbida en la contempla- ción “e su hermana que se alejaba.
Adivinando algo de lo que ese suspiro de- cía, lo invadió un deseo tumultuoso de sa- herlo todo; y con una impetuosidad que o pudo sofrenar, en la que se revelaba la vio- lencia de su naturaleza, caminó dos pasos, y en un tono angustioso á fuerza de ser vehe- mente, preguntó á la niña: «¿Pobre Alex, por qué... por qué?
La voz brusca y elevada que llegó hasta ela la despertó de su abstracción, y le produ- jo un choque, habituada como estaba 4 que todo se suavizara á su alrededor, Creyólo irritado en su exaltación, soltó nn débil grito de sorpresa y de temor, empezó á respirar apresuradamente y quiso hablar; en vez de aparecer palabras en sus labios, aparecieron lágrimas en sus ojos.
Máximo, más asustado que la misma niña, temblaba, temiendo 4 su vez haber quebrado algo en ese cristal, y permanecía en el mismo. sitio sin saber que hacer. Se atrevió por fin 4 acercarse, se hincó, para estar á su altura, en un banquito colocado al lado de la silla larga, y con un aire de suave intimidad bus-