STELLA E trece años ya, por la que tenía gran predi- lección,
Una mañana, que daba gracias en laiglesia, recibió un telegrama de su madre: «Ven inmediatamente » y partió enel acto,
Dejémoslo hablar tal cual habló él enton- ces! prosiguió el general,
«Encontré la casa en la desesperación. ¡Pedro había muerto á un hombre! Este hombre de dinero y de iufluencia, con quien mi hermano tenía negocios, vivía en el cen- tro del pueblo; muchos lo habían visto en- trar ea la casa, los sirvientes oyeron una acalorada discusión, y lo volvieron á ver salir, casi rozándolos. Cuando uno de ellos acertó á entrar al escritorio de su patrón, lo halló muerto. No cabía una duda; sólo Pedro había entrado allí, sólo él podía ser el homicida,
Mi madre y mi cuñada declararon — los niños nada sabían todavía—que aquél se había ausentado unos días antes, como so- lía hacerlo sierzpre por sus asuntos, pero 10. se les creyó. Estaba perdido; más de diez testigos habían declarado que lo habían vis- to entrar en la casa y salir después.
Elpopulacho en efervescencia porla desa= parición violenta de un hombre que le guraba el pan con el trabajo que les daba, espiaba al infeliz para entregarlo 4 la justicia. Esperábase la llegada del juez, ausente, para que firmara la orden de allanamiento,